jueves, 25 de septiembre de 2008

LA CREATIVIDAD COMO VALOR

A menudo creemos que la tarea del diseñador se justifica por la sola demanda de una sociedad que busca satisfacer las cotidianas necesidades de sus habitantes a través de objetos que garanticen su subsistencia. Un mundo de objetos facilitadores de la relación del hombre con su entorno, sumado a una correcta comunicación de las características de estos complementos confortables, podrían ser –tal vez- la causa/razón/motivo del auge de la disciplina del diseño a lo largo del siglo XX.
Sin embargo, el mundo no se agota en una estructura objetual: la comunicación –en todas las formas imaginables- gobierna la vida del hombre moderno, estableciendo un universo simbólico que redefine permanentemente lo que percibimos como realidad, donde la apariencia de realidad es incluso más real que la vida misma. Massimo Vignelli comenta al respecto: “Nosotros decimos que el diseño es una profesión que resuelve problemas; pero las cosas no resuelven problemas en términos absolutos. Es siempre una interpretación de un problema: si miramos bien, no es la realidad lo que interviene en este negocio. Es sólo la interpretación de la realidad lo que realmente es real.”

Los objetos producidos por la sociedad industrial carecen de sentido ante la ausencia de una estructura simbólica que sustente su razón de ser. Una vez satisfecha la necesidad primaria, nada justifica la producción de más objetos para una misma función; salvo que la dinámica del consumo así lo requiera. Y la lógica que gobierna esa dinámica dictamina que para una necesidad primaria ya no hay una sola respuesta ligada a la función primitiva: el mercado necesita crear permanentemente demandas superadoras en las que el símbolo desplace al objeto.

El diseño (gráfico, industrial, textil, arquitectónico, etc) participa así de un nuevo escenario que, en los tiempos actuales, dice priorizar la creatividad por sobre la función. Sin embargo, en términos de diseño, el concepto de creatividad también se redefine, a partir del aporte de valor a los objetos. La creatividad juega un papel diferenciador, capaz de aportarle a los objetos (desde su misma raiz)  valor y sentido. Pero muchas veces la mala utilización de la palabra creatividad termina por confundir a propios y extraños. Paul Rand establecía una muy interesante definición acerca del trabajo creativo: “No hay fórmulas en el trabajo creativo. Yo realizo variantes, lo cual es una cuestión de curiosidad. Arribo a diferentes configuraciones –algunas son pequeñas variaciones, otras son más radicales- de una idea original. Es el juego de la evolución.

Se puede diseñar sin jugar, pero sería un diseño sin ideas. El juego requiere tiempo para hacer las reglas, que son la base para obtener un tipo especial de juego.

En un entorno en el cual tiempo es dinero, uno no tiene tiempo de jugar. Uno está inhibido y necesita tomar un pequeño tiempo para crear las condiciones del juego. Uso el término “juego” pero me refiero a los problemas en forma y contenido, generando relaciones, estableciendo prioridades. Cada problema de forma y contenido es diferente, lo cual establece que las reglas del juego también lo sean.”

Por otra parte, Ivan Chermayeff aporta una mirada complementaria sobre este tema; “Para mantener la frescura en el trabajo, tienes que entender ¿qué es esto en lo que estoy trabajando?. Y ser muy crítico. Solo a través de la autocrítica se puede estar abierto a nuevas aproximaciones y nuevas actitudes.

Lo más importante que se puede hacer es no seguir lo que ya existe, sino liderar. Y pensar todas las cosas a través de sentir que se está haciendo lo mejor sin inhibiciones, y sin repetir lo que ya se hizo antes. Escapar de la trampa del estilo, de la repetición.”

El trabajo creativo requiere de un alto compromiso con el problema y una importante dosis de sentido común para establecer las pautas de desarrollo del mismo. La valoración del trabajo creativo está en su misma esencia, en su razón de ser.  Pero, ¿quién establece hoy las reglas del juego?; y además, ¿quién y desde qué lugar garantiza su cumplimiento?

La creatividad en diseño debe estar asociada a la calidad. Calidad en el producto, pero por sobre todo, como aporte a la calidad de vida de las personas. Y todos los involucrados en este proceso (desde los comitentes hasta los diseñadores) tienen la responsabilidad de satisfacer esta demanda. Vignelli dice al respecto: “Es muy importante tener buenos clientes para establecer una buena relación de trabajo y poner la calidad en primer lugar. Es mucho mejor hacer un buen trabajo,  que hacerlo sólo por un montón de dinero. Si combinamos ambas cosas, es la situación ideal.

Nunca debemos trabajar sólo por dinero, porque si lo hacemos, nada garantiza que se produzca buen diseño. Debemos trabajar en crear grandes diseños para cualquier tipo de problema y vincular al cliente con la calidad.”

Creatividad, calidad, valor: ¿simplemente palabras o razón de ser de la profesión?. Tal vez, la ironía de Milton Glaser no sea más que una verdad encubierta cuando dice “El cambio más importante en los últimos 40 años es que el diseño es aceptado como una parte importante del proceso de negocios y, consecuentemente, es demasiado importante como para dejarlo en manos de los diseñadores.” De nosotros depende que siga siendo sólo una ironía.

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